Parece la solución perfecta a muchos problemas. Si las microalgas necesitan del CO2 para vivir, ¿por qué no usarlas para capturar las emisiones de este gas de efecto invernadero? Enchufadas directamente a los aliviaderos de una central eléctrica, las microalgas proliferan gracias el dióxido de carbono. El círculo se cierra con la obtención de biomasa vegetal para acuicultura, cosméticos, energía y hasta la alimentación humana.

Con apenas siete años de historia, pero sobre la base del conocimiento generado durante cuatro décadas en las universidades de España, la empresa española AlgaEnergy ha explorado todas las posibilidades que ofrecen las microalgas. Hay más de 60.000 estirpes, aunque son muchas menos las que se pueden aprovechar para su uso industrial. Al ser la base de la alimentación de los peces, pues se trata del primer elemento de la cadena trófica en el agua, su primera utilidad es obvia: la acuicultura.