Fuente imagen: OCU
La economía colaborativa (*) o el consumo colaborativo forma parte ya de un presente económico que quiere romper las estructuras comerciales actuales, basadas más en criterios económicos que en la cobertura de necesidades reales y la satisfacción de los ciudadanos. Aunque como concepto nos pueda sonar como algo ajeno, no lo son sin embargo muchas de las iniciativas que alrededor del mismo están disponibles. ¿Quién no ha oído hablar de UBER o BlaBlaCar, como alternativas de transporte, de la plataforma Airbnb para compartir espacios habitacionales o de los sistemas de crowdfunding para financiar iniciativas de todo tipo?
El crecimiento y auge del consumo colaborativo está causado por la coexistencia de tres elementos:
- El desarrollo de internet y el valor que aporta a los consumidores a través de la aparición de plataformas de consumo colaborativo que facilitan el encuentro entre la oferta y la demanda de un bien o servicio entre iguales (P2P).
- El hecho de que las características del bien o el servicio demandado es posible compartirlo o intercambiarlo entre particulares como iguales, sin la necesidad de acceder a modelos tradicionales de comercio y depender de grandes corporaciones. La tecnología juega aquí un papel básico en la disponibilidad y adaptación de los bienes y servicios para que sea posible su intercambio.
- Y el más importante, amparado en las posibilidades que abren los dos anteriores, es el empoderamiento y el cambio cultural de la sociedad y que están provocando una respuesta clara frente a la perdida reputacional de muchas de las organizaciones empresariales que hasta ahora prestaban los servicios bajo condiciones reguladas.
El resultado es que cada vez más personas, apoyándose en plataformas digitales, están accediendo a compartir e intercambiar bienes y servicios en condiciones económicas más favorables y con mayores grados de satisfacción que los aportados al consumir mediante canales tradicionales.
Las barreras que el consumo colaborativo está encontrando no están definidas por cuestiones de factibilidad sino por la oposición de los sectores tradicionalmente establecidos a permitir la aparición de nuevas prácticas que no solo reducen su cifra de negocio sino también la capacidad y control que tienen en la fijación de las condiciones de mercado.
A esta presión lobista se suma la de los distintos organismos de la Administración Central, más preocupados por la reducción de ingresos fiscales que supone el intercambio no regulado de bienes y servicios entre particulares que por cumplir la demanda social para crear un marco regulatorio que consolide la puesta en marcha de estas prácticas. La Comisión Nacional de Mercados y de la Competencia (CNMC), dentro de un proceso de discusión interna, ha tomado la decisión de no darle carta de naturaleza a esta práctica, en contra de lo que están haciendo otros países creando marcos regulatorios específicos para las distintas plataformas.
Ahora bien, si estamos hablando de transporte, de soluciones habitacionales, de financiación y ahorro…, ¿podríamos hablar de consumo colaborativo en la cobertura de la demanda de electricidad?
La respuesta es un sí rotundo. De hecho, si analizáramos la idoneidad con respecto a cada uno de los tres elementos que considerábamos básicos tendríamos que:
El desarrollo de instrumentos de medida y gestión de información permite, sin ningún problema, no solo convertir al consumidor en un generador, sino que gestione su propia demanda para acoplarla a la oferta y poner en tiempo real en el mercado energía eléctrica excedentaria para que otros usuarios la puedan consumir, estableciendo los acuerdos de intercambio que sean necesarios y soportando los costes reales de uso de las redes y mecanismos de apoyo del sistema eléctrico. No confundir el pago por uso con el impuesto al sol, medida arbitraria del actual gobierno para hacer inviable la generación en consumo.
La tecnología de los sistemas de generación fotovoltaicos y de almacenamiento ha reducido sus costes de tal manera que hoy en día es más barato generar energía en el lugar de consumo que comprarla de la red de suministro.
La sensación del consumidor es de desconfianza en el sector eléctrico, a pesar de que considere la electricidad como un excelente producto.
Si se analiza el grado de desarrollo de las plataformas digitales y la evolución tecnológica de los sistemas fotovoltaicos, se puede asegurar que en un futuro cercano se va a producir la aparición en el mercado de una nueva figura: “El Consumidor-Productor Colaborativo”.
Esta nueva figura supone que el consumidor es a la vez productor de electricidad; consumidor de forma instantánea de la energía que necesita para cubrir sus necesidades; suministrador a otros consumidores de la energía excedente y demandante, de la misma forma, de la energía no cubierta por su producción. La diferencia entre el desarrollo colaborativo y el conocido como Autoconsumo con Balance Neto radica en que el intercambio se realiza de igual a igual (P2P) con otros consumidores y no a través del modelo unidireccional actual.
El consumo colaborativo de electricidad es un paso más hacia el autoconsumo porque no estamos hablando solamente de la posibilidad de generar nuestra energía eléctrica sino de introducir la opción de intercambio normalizado de los excedentes de forma bilateral y abierta entre consumidores, lo que implícitamente lleva a una optimización del diseño de la instalación fotovoltaica de generación en la que el almacenamiento es pieza clavecomo elemento de gestión pero sin el tamaño exigible hoy en día.
¿Qué necesitamos para que esta práctica se desarrolle, si existe demanda social y técnica y económicamente es viable?
Pues claramente, y no solo en el caso de la electricidad, necesitamos disponer de una regulación que permita poner en marcha las relaciones entre consumidores de forma operativamente normalizada, situación que por proteccionismo con respecto a los sectores económicos tradicionales se está desarrollando en sentido contrario, lo que supone que se acabe haciendo de manera “ilegal”, con el consiguiente perjuicio y riesgo para todos los actores implicados.
La sociedad necesita que se desarrolle la Economía Colaborativa para avanzar y recuperar los derechos que como consumidores hemos ido perdiendo al considerar el consumo como medida de recuperación económica frente a lo que debería ser cubrir de forma racional y satisfactoria nuestras necesidades. Derechos que no recuperaremos hasta que el Consumidor se convierta en Ciudadano.
(*) Economía Colaborativa. – Sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y servicios entre dos sujetos para satisfacer sus necesidades reales, mediante la utilización de canales digitales que permiten leer e interpretar la disponibilidad real de la oferta y de la demanda
Publicado por: Fernando Ferrando – Vicepresidente Fundación Renovables
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